Sábado 26 de Octubre, a las tres
de la tarde y después de comer consulto por Internet como van a estar los
vientos durante la tarde-noche. La luna está a punto y aunque exista la
posibilidad de que las nubes oscurezcan la noche nadie me deja en casa este día
así que preparo los archiperres, me despido de mi mujer y del chiquitin (6
años) al que le encanta el campo y sólo me llevo cuando voy a preparar los
comederos y ver la cam. Me da uno de sus coches preferidos para que me lo lleve
de amuleto y me dé suerte. Llamo a mi compañero de aguardos Manuel y quedamos
como de costumbre a las cinco en el campo para comprobar, desde lejos y con
prismáticos, como están los puntos donde están tanto los comederos como las
bañas más querenciosas. Estos días atrás ha llovido un poco por estas tierras,
mientras que en el resto de España había inundaciones, lo justo para
medio-llenar alguna de las bañas preferidas de los guarros. A las cinco o´clock
llego a la casa y nos vamos a ver las posturas y las cam´s, a ver que han hecho
en estos cinco días.
Donde tengo ahora mi cam es una
baña que se secó a finales de Julio y, aunque la baña cogió agua en esta semana,
no estaba tomada. Y el comedero aún con las piedras sobre el bidón para que los
puñeteros borregos no me la dejen seca, las almendras intactas y al
comprobarla, sólo rabilargos, algunos conejos y una cierva jovencita que
parecía despistada. Con estas perspectivas lo tenía claro, cualquier sitio
menos ese.
Vamos a ver la cam de mi compañero
que está en un comedero y salvo varios conejos, un pequeño guarro y un bonito
gato montés no había entrado nada en cinco días. El guarro ni se acercó a las
almendras, le dio dos vueltas al bidón y se marchó sin probar el maíz.
Después de ver todo lo disponible,
para ponernos esa noche, me comentó mi compañero que días antes había detectado
unos rastros que bajaban del cabezo y tenía ganas ponerse en una trocha junto al
cabezo del que salen por la noche los guarros para ir a la dehesa y rebuscar las
bellotas que ya hay por el suelo. A mí el sitio que más me gustaba estaba a
unos doscientos metros, también en la falda del cabezo, a una baña muy
querenciosa para los guarros pero que el otro compañero de aguardos tenía y había
dejado porque los borregos lo habían aburrido y arruinado con el maíz. Nos
había dicho que si nos queríamos poner allí que sin problemas, menudo sofocón
se llevó cuando se enteró del desenlace de la espera en “su baña abandonada”.
Allí ha abatido este año dos guarros medianos, ninguno digno de una tablilla
aunque había fotografiado su cam a uno decente pero muy separado en el tiempo.
No obstante la baña es los suficientemente amplia para dejar zonas donde la cam
no detecta pero si la vista (rastros), (80m.x20m.)…Pues ni eso quise hacer yo,
no me atrevía a patear los alrededores de la baña por no dejar mi rastro una
hora antes de ponerme. Así que a la aventura.
Son las siete de la tarde, parece
que hay algunas nubes pero no hay peligro de lluvia, el viento está del norte
rolando a oeste, ideal para nuestras posturas pues están mirando a ese cabezo
de donde, se supone, vendrán los guarros. Dejamos los coches en la casa y
partimos andando pues los puestos están, el primero a unos trescientos metros
de la casa donde me pondré yo, y el segundo
a unos quinientos metros, donde se pondrá mi compañero de esperas. Mientras
vamos andando por el carril que nos conduce a los puestos. Quedamos en la hora
de recogida y si escuchamos algún disparo el uno del otro nos mandamos un msn
por si necesitamos ayuda pero como muy tarde a las doce en la casa, salvo si
intuimos que hay guarros cerca ya que no tenemos controladas horas de comida de
guarros en los comederos y para salir de la mancha no van a tardar mucho tiempo
por muy lejos que estén encamados.
El primer puesto es el mío al ser
el más cercano a la casa, la baña siempre me ha gustado mucho por su ubicación
y tipo de barro que tiene (rojizo) lo peor de todo son los jodidos molinos de
viento que tanto han puesto por estas zonas del Andévalo Onubense pues con su
ruido hacen muy difícil apreciar los sonidos de la noche con total perfección
aunque están en la cumbre del cabezo y son sólo tres. Menuda lían cuando hay
mucho viento, menos mal que el viento es suave pero constante. De todas formas
pienso que hay ya muchos charcos para que se puedan bañar por las recientes
lluvias pero tenía ganas de ponerme allí desde hace tiempo y así, de camino, controlar
la entrada de patos por la tarde-noche y, en breve, hacer una tiradita de patos
que me fascina. Con los prismáticos iba a disfrutar con las vistas de todo el
cabezo ya que este se vería muy bien con la luna llena. Empieza a oscurecer y
yo a despertar todos mis instintos, desconecto y centro mis sentidos, oír los
ruidos, chequear mata por mata, etc.
Las mirlas con sus cantos delatan
el movimiento de reses en el cabezo pero no hay nada a la vista…En el cielo
empiezan a brillar algunas estrellas, la temperatura ideal (12-15 ºC ), llevo el polar puesto
por si refresca algo más y unos buenos pantalones. En definitiva, cómodo, a
gusto y feliz como una lombriz. A las ocho y media, más o menos, me sobresalto
de un disparo que efectúa mi compañero e inmediatamente pienso…ya lo abatió, la
madre que lo parió que suerte tiene. Nada, a esperar su sms. Mientras, escucho ruido
por mi derecha entrando desde atrás (entre él y yo), cojo los prismáticos y veo
a un venado con ocho puntas cruzar dirección al monte al trote, lo sigo hasta
que se introduce entre las altas jaras y se deja de oír. Mi compañero no me ha
mandado todavía ningún sms. A los diez o quince minutos escucho otra vez ruido
pero por detrás de mí constante y de repente una luz….mi compañero con su
linterna venía fareándome para que lo viese. Menudo susto me dio el jodio.
Se puso conmigo para contarme que
había visto bajar varios guarros y cuando los tenía a tiro, con su escopeta de
cartuchos le largó un tiro que por lo visto erró y decidió quitarse y venirse
conmigo a llorar sus penas. Allí se sentó a mi izquierda en su sillón y se echó
una mantita que siempre lleva con él, seguíamos hablando, muy bajito claro
está, pues aunque no tenía esperanzas de ver nada el comportamiento debe ser
medianamente correcto o sino mejor quedarse a ver la tele en casa. Hablábamos
de mañana ir a ver donde había tirado para comprobar el tiro por si las moscas
cuando escucho algo en la baña, miro y a unos cincuenta metros en la otra punta
de la baña veo algo tumbado y moviéndose. La luz de la luna, a las nueve y
medía de noche, ya estaba cogiendo altura y colaba sus potentes rayos entre
algunas nubecillas que adornaban la que sería “una gran noche”. Cojo los
prismáticos y veo a un guarro totalmente entregado en su baño. Ni lo vimos
entrar, ni lo escuchamos y es evidente que él tampoco nos escucho, ni se asustó
del farear de mi compañero y menos de su disparo una hora antes. El guarro bajó
del cabezo y se fue escurriendo hasta su barro preferido. Dejo que se bañe y
mientras sustituyo los prismáticos por el rifle, me apoyo en la rodilla y a
esperar que se levantase. Le calculaba unos cincuenta kilos más o menos y boca
no le veía pero mi intuición, después de verlo bañarse durante cinco
larguísimos minutos y sin compañía alguna, me decía que era un navajerete. Se
levanta, se sacude y cuando voy a cuadrarlo en la cruz otra vez se tira de cabeza
al barro y yo cada vez más nervioso, mientras mi compañero alucinado y con los
dedos en los oídos para prevenirse del disparo. De repente, se levanta y se
queda totalmente atravesado, lo cuadro en la cruz, meto foco para verlo mejor,
valorarlo y, joder no encendí la retícula…que hago…no puedo apagar foco, volver
a repetir la secuencia…no….se ve la cruz perfecta…disparo. Salta y sale
corriendo dirección buscando el cabezo. Al verlo saltar es cuando vimos que era
más grande de lo que habíamos valorado pero bueno había que ir al tiro.
Afortunadamente tengo un buen visor (Z6i 1,7X10) y sin encender la retícula
iluminada en modo noche se ve bastante bien la cruz y al guarro, claro está.
También me ayudó la luna, como no agradecérselo.
Fuimos al tiro, vimos la
arrancada y sus pisadas delataban las buenas características del guarro que
había tirado. También tenía la seguridad de que aunque algo trasero el tiro iba
bien colocado y cuando metro esa cruz a algún guarro difícil es que se escape y
menos parado. Por regla general y más en zonas con mucha jara no pisteo por la
noche así que nos fuimos a la casa a preparar la chimenea y comer algo.
Mientras íbamos a la casa me decía en voz baja, mira que no haberlo dejado en
el sitio. Cincuenta metros, parado y sin moverse al encenderle el foco. Esa
frasecita me la repetía toda la noche. De todas formas mi otro yo me decía que
tenía que confiar en mi saber hacer en esos momentos, el haber esperado a que
se bañase a gusto, el esperar que se cuadrase, el haber tomado la decisión sin
dudar de disparar sin la luz de la retícula, todo eso debería tener su premio.
Nada más amanecer fuimos primero
a ver mi tiro y el posible rastro. Llegados a la baña comprobamos el tamaño de
dicho animal por la hendidura típica, vimos su arrancada y busqué, en ese mismo
lugar, si el tiro había impactado en el suelo ya que desde el puesto debería
haberse enterrado un metro por encima de la baña aproximadamente al estar esta
en forma de talud. Allí no había señal alguna de impacto de bala, buena señal,
pero tampoco había sangre y sí muchísimo barro. Afortunadamente el guarro dejó
entre las jaras y piedras un rastro bueno de barro y del tamaño que iba
marcando en el terreno aún blando y en las jaras que iba apartando a su paso….A
los veinte metros, la primera gota de sangre y la alegría contenida de saber
que estaba tocado…más sangre, unas jaras tronchadas….ya, a los treinta metros,
dejaba unos buenos chorreones, un revolcón, más sangre y cuando de repente lo
primero que veo son sus testículos, me echo la mano a la gorra…me acerco y
grito…aquí está y menudo aparato…tiro la gorra por los aires y me acerco a él
con una alegría difícil de plasmar en letras…Estaba totalmente lleno de barro
pero su cuerpo y sus defensas daban fe de su categoría que no supe ni pude
valorar exactamente en su momento. Allí lo preparamos un poco para hacer una
fotografía en el lugar donde cayó abatido, lo montamos en el coche y a la casa
para asearlo un poco y hacernos unas buenas fotografías con él. Le limpiamos
los hocicos de sangre, parte de la cara de barro y algo del pecho pero había
que dejarlo con “su barro colorao”. Abrirle la boca costó mucho pero si es
verdad que mereció la pena inmortalizarlo enseñando esas defensas que lo
caracterizan y que lo hacen tan espectacular.
Sin duda alguna ha sido uno de
los momentos más emocionantes de mi vida en los aguardos nocturnos y un honor
el haber abatido a este magnífico jabalí el cual tiene ya un lugar en mis
recuerdos inolvidables.
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